jueves, 25 de octubre de 2012

Los cuatro caballos de la derrota

Cuando el tan proclamado Apocalipsis llegó, el mundo había evolucionado más de lo que alguna vez se imaginó, ni tan sólo El Creador pudo prever la fuerza que en la Tierra se había desatado. El hombre se hizo poderoso y, con el tiempo, también ingenioso, el caos no dominaría el planeta vivo.
        La evolución favoreció la doctrina y la humanidad de hizo sabia, por lo que poco a poco, la Fe había ido desapareciendo de sus mentes y con ella, la creencia en el omnipotente.
        Después de la batalla celestial contra los arcángeles y los enviados del Señor, después de que el polvo suelo quedase manchado de la sangre divina, cuatro caballos permanecieron encerrados en su cuerpo terrenal, enviados desde un mundo astral, y sus almas, por ende, fueron encerradas en cuatro joyas.
       Ese fue el castigo que los hombres impusieron a los portadores del mal: ámbar para la victoria, un rubí para la guerra, el jade para el hambre y la muerte en un zafiro. Cuatro gemas hermosas que serían enterradas, separadas unas de otras, en capsulas de hermoso diamante en rincones oscuros de la tierra.
       El Creador desapareció finalmente de las mentes de los hombres, igualmente la existencia de una guerra pasada. Las joyas fueron arrinconadas y después despreciadas, olvidadas en aquellos oscuros rincones de la tierra. Cuando el mundo estuviera preparado para perdonarles, las cuatro gemas reclamarían su cuerpo y los cuatro caballos caminarían por la faz de la tierra, sin pecado ni condena.
        Con el pasar de las eras, cuatro jóvenes encontraron en cuatro puntos del planeta, una joya de singular belleza y colgadas todas en un hilo de plata las colocaron en su cuello. En el mismo instante en que la gema tocó sus pechos, el alma de los caballos llegaron a sus corazones.
        Comenzaron su andadura por el mundo para reunirse, aunque no sabían qué les llevaba a ello, pero quien les escuchaba se prendaba de sus palabras y con el transcurso de las semanas, las gemas se habían reunido en el mismo lugar donde fueron separadas, allí brotó del suelo una majestuosa estatua de piedra gris con la forma de cuatro caballos encabritados.
        La voz del Creador sonó en las mentes de todo el mundo y la deidad se hizo con sus corazones, no con órdenes y coacciones, sino con una única súplica sincera.
       Lo que se dijo nadie lo sabe pero los cuatro collares fueron depositados al cuello de los cuatro caballos, que comenzaron parpadeando, viéndose las gemas en sus ojos brillantes. Juntos caminaron despacio hacia Poniente, donde a esa hora se ponía el sol, y lentamente trotaron y luego cabalgaron hasta desaparecer.
        Con ellos volvió la muerte, el hambre y la guerra pero también la victoria. Una guerra que en realidad, jamás se fue.

martes, 16 de octubre de 2012

La cueva del zorro


Hace tiempo, en la dehesa de la sierra baja de Cuenca, un zorro de hilo rojo buscaba un compañero que compartiera con él los paseos por las laderas del boscoso pinar, pero la zona era interminablemente extensa y pensaba que por siempre estaría solo. Así que una noche de luna llena subió a una alta colina, las más alta de todas, donde casi podía oler la plata lunar de la que estaba hecha y allí le preguntó: - Luna, luneta ¿dónde encontraré un amigo que me comprenda?

      Alta y estupenda la luna habló con voz calmada: - Ve Lai a donde te lleve el viento, y busca un amigo antes de que yo vuelva a ser completa.
     Lai permaneció allí pensativo hasta que amaneció, y cuando el regio sol gobernaba los cielos bajó a buscar a los animales que vivían en el bosque. El primero que encontró fue una culebrilla cerca de una charca:
       - ¡Pequeña, pequeña culebra! ¿Querrías ser mi amiga?
       Sigilosa y veloz escapaba la culebra, pues con prisas y atareada le contestó: - No puedo zorro, mi vida es azarosa y no dependo de otros para ser feliz.
     Así que Lai siguió buscando por el bosque: las trabajadoras hormigas correteaban buscando alimento para el duro invierno, el jabalí enfadado le plantó cara y el zorro tuvo que huir temiendo por su vida, el ciervo saltaba tan rápido que no pudo ni darle los buenos días si quiera.
    Así que cuando la luna era nueva Lai se rindió y acabó dentro de una oscura cueva, pensando que allí, sólo como se encontraba, terminaría sus días triste. Pero antes de que llegara el primer rayo de sol una nube negra comenzó a entrar en la cueva, y el batir de sus alas era tan fuerte que el pobre zorro sufrió de sus oídos hasta que el enjambre negro terminó de entrar. Cuando el silencio regresó, miles de ojos miraban a Lai desde el techo.

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Princesa de las flores


La princesa Anna vivía feliz en su castillo de piedra marmolada, hasta que un día las flores de los jardines comenzaron a secarse y a fallecer, algo realmente extraño pues se encontraban en plena primavera. Aunque lo verdaderamente extraño es que los pinos del bosque circundante también empezaron a morir y sus troncos se volvieron grises y apagados, ya no había vida alrededor, el palacio estaba rodeado de muerte y tristeza.
                Como los ganados ya no tenían de qué alimentarse, pronto la gente del pueblo también empezó a marcharse y el lugar se convirtió en una ciudad fantasma, ya nadie había en aquel reino que quisiera seguir allí. Algunos decían que la tierra estaba maldita.
                Como ya no tenían súbditos a los que gobernar, el rey y su princesita decidieron marcharse a otras tierras, cruzando la frontera al país colindante, con los que había buenas relaciones, esperando ser bienvenidos y poder quedarse allí hasta que Anna estuviera en edad casadera.
                El camino fue duro, caluroso y aburrido, no se encontraron ningún caminante, ni siquiera ladrones que quisieran asaltar el carruaje. Y cuan grande fue la sorpresa cuando al llegar, el paisaje estaba tan desolado como su mismo reino. Ni una brizna de hierba se abría paso entre la tierra seca y rasgada por el sol, incluso las piedras parecían más muertas y frías de lo normal.
                Los pocos guardias que seguían bajo la tutela del rey comenzaron a pensar que era él mismo y su sucesora los que estaban malditos, así que por la noche, cuando éstos dormían, se fueron lejos, donde la maldición no les alcanzase, llevándose los caballos y algunas provisiones.
                Perdidos como estaban y habiendo sido siempre servidos por sus vasallos, el monarca maldito y su heredera comenzaron un duro viaje a través de inclementes caminos, donde los ríos sólo eran un fino hilillo entre polvoriento suelo, y eso cuando el agua no era negra y turbia, negándose a beberla.
Pronto, las fuerzas del anciano rey comenzaron a hacer mella en su aliento, y tenían que descansar cada cierto tiempo. La princesa Anna notó que sus manos se llenaban de callosidades por rebuscar en el suelo alguna baya o raíz que llevarse a la boca, y que su vestido estaba sucio y raído, ya no parecía una princesa.
                Como se pronosticaba, el rey falleció agotado, hambriento y sediento, y Anna pronosticaba su triste final si debía continuar el camino sola y desprotegida.
                Quedose allí sentada, sollozando durante tres largos días, bajo las inclemencias del tiempo, que terminaron de llevarse el poco brillo de su hidalga belleza.

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Anjana


El hada de los lirios entregó su magia para desposarse con su amado Galesh, el rey de los elfos, y dijo adiós a la vida entre las flores. Obtuvo el tamaño ideal pero las alas permanecieron como un anhelo de lo que un día fue.
     Ya no podría volver a revolotear junto a las mariposas, ni ver crecer las bayas, ya no podría esconderse dentro de un cañaveral, ahora era Anjana, la reina de los elfos.
        A modo de despedida, sus hermanas llamaron a todas las aves del mundo y la acompañaron hacia el altar de hiedras, colocado allí, entre dos robles, desde tiempos inmemoriales. Su vestido fue tejido por arañas y abejas, y cayó sobre él un rocío mañanero de piedras preciosas.
     No estaba triste, pues amaba lo que era, seguiría cuidando de la naturaleza aunque muriera "Soy Anjana" se dijo "y por siempre en mi alma llevaré, el espíritu del bosque".

miércoles, 3 de octubre de 2012

El lobo solitario


Hace mucho, en un reino donde habitaba la magia, vivía entre montañas un anciano solitario, que no albergaba en su corazón ningún sentimiento. Ninguna emoción albergaba su corazón, pues nunca jamás le hubieron enseñado alguno.
     En un caseto de madera, tristemente decorado, con algunos pocos muebles y tan poca esperanza igualmente, el anciano cuidaba de su pequeño ganado y de algunos metros de tierra que pagaba al rey asiduamente.
      No tenía habilidades especiales, no era experto en nada, sabía poco de muchas cosas. Lo único que bien hacía era sobrevivir en una montaña fría pero eso, y él lo sabía, no era vida.
       Fue en una oscura y cruda noche que se quedó dormido mirando la fogata en su chimenea, cómo crepitaban las chispas, de un lado a otro, muy coquetas, soñó  con el calor de una mujer, con la exquisitez de sus manos en su cuello rozar, con una familia cariñosa y un perro protector, que lo esperaba en la entrada, igual que cada mañana.
      Tan profundo fue su sueño que apenas notó como aquellas juguetonas cenizas, caían al suelo de madera, que pronto se extendía y lo envolvía en una tumba de ardoroso fuego.
     Casi muere, es cierto, pero un venado golpeó con fuerza su puerta y dando coces se adentró en la cabaña de madera. El ruido despertó al anciano del ensueño que rápidamente se vio disipando las llamas. Lo ocurrido produjo heridas mortales en el ciervo, aunque el hombre, viejo, sufrió achaques en el pescuezo y tuvo que refrescarse el pecho.
     Un venado herido era un buen aporte de alimento pero ¿cómo matar a quién lo había salvado? Así bien, curó al venado, le proporcionó agua y arropo en lo que quedaba de noche y por la mañana, dejando la puerta abierta, el ciervo volvió al bosque.
     Aquella misma tarde, en una ronda matutina para recoger trufas y otros hongos, se apareció ante él aquel animal majestuoso, con heridas notables en su pelaje y astillada la cornamenta. Qué querrá el animal, que se presenta tan galante ante un posible atacante.
     Las robustas patas se convirtieron en finas extremidades, las astas en cabello y el hocico de rumiante en cara de doncella.
    Una voz fresca como una mañana de primavera se dirigió al viejo: ¿Acaso no sabéis anciano, a quién habéis salvado? Tenéis amable corazón aunque repudiéis de ello ¿qué puedo daros que esté en mi mano?
     El hombre solitario así vivía porque él quería. Aunque nadie lo entendiese, él veía alrededor su mejor compañía: Todo cuanto pido, sino es deseo baldío, es quedarme en este bosque aún cuando la muerte me lleve. Si los años que poseo me los dieras de nuevo, nada me haría más feliz que ver en otras criaturas la familia que tanto he amado.
      Así y para siempre, la ninfa del bosque convirtió al anciano en lobo, y le dio tantos años de vida como los que ya había vivido. Así pues, el anciano lobo protegía el bosque y todas las demás bestias. Si algo malo ocurriera, él estaba alerta y aullaba a la luna en señal de alarma.

Bienvenida


Desde hace tiempo ando usando wordpress y publicando todo lo que me cruza por la cabeza, y como yo soy mucho de andarme por mi mundo mágico de Inopia, pues muchas cosas se me ocurren para publicar.       
Pero desde hace algún tiempo he empezado a pensar cuentos infantiles -y no tan infantiles- para distracción de todo el que lo quiera leer, y sobretodo para distracción mia.

Los cuentos se me empezaron a acumular y ahora veo la necesidad de un único blog para mis cuentos, que tanto me hacen soñar, así que bienvenidos a mi blog "cuentil" y espero que sean del agrado de todos.

¡Bienvenidos a "Inopia"!
Moneika.