lunes, 26 de noviembre de 2012

La historia oscura de Darkinna


Darkinna se despertó esa noche como una noche cualquiera, ella ya estaba acostumbrada a despertar a tardes horas debido a una muerte prematura en sus pesadillas. Afuera llovía, y eso no era algo que le desagradase, al contrario, la lluvia le hacía sentir viva. 
       Hacía tiempo que Darkinna no podía dormir una noche entera, unos años atrás había muerto toda su familia sin que ella pudiese recordar cómo, sólo recuerda haber despertado una vez en un centro de acogida de menores, donde año tras año vivió sin conocer su futuro ni recordar su pasado, lo que le hacía sentir un poco desamparada. El caso era que después de salir de aquel cuchitril infestado de ratas, Darkinna se limitó a ganarse la vida en tugurios de mala muerte por los que no estaba demasiado orgullosa. 
        Cubriéndose frágilmente la cara para así protegerse contra la lluvia, cogió su paraguas y salió a la calle. El viento la empujaba en dirección contraria, ella siempre creyó que se debía a que la vida la intentaba arrastrar de vuelta al camino correcto, pero una y otra vez se negaba. Caminaba colina arriba todas las noches hasta llegar al acantilado. Muchas veces le asaltó una pregunta: ¿Debía saltar? 
        Al día siguiente, un poco somnolienta debido a la falta de sueño, Darkinna se acercó al mercado, de vez en cuando encontraba algo que poder añadir a su colección: la figura de un gato, libros de brujería, incienso… De este modo, se acercó a un puesto que vendía ropa y otros complementos, en un primer momento ella no se dio cuenta, pero unos ojos oscuros la contemplaban mientras ella miraba desinteresada unas pulseras. Finalmente, cuando se disponía a volver a casa escuchó a alguien que la llamaba, se volvió y eran esos ojos oscuros, es decir, la persona a quien pertenecían “¡Eh! Espera, se te olvida esto.” Decía mientras extendía la mano, ofreciéndole una pulsera de abalorios; Darkinna sabía que no se le olvidaba nada, pero comprendió que por primera vez en su vida le estaban dando un regalo. Así que tímidamente sonrió, cogió la pulsera y se volvió. 
        Esa noche, mientras estaba en el acantilado observando cómo las olas golpeaban furiosamente contra las rocas, se dio cuenta de que aquella pulsera no era algo dentro de lo común: contenía un corazón roto, una gota de sangre, una esfera de lluvia, un par de rosas negras y unos cascabeles que la hacían sonar de un modo muy divertido. Esa noche, Darkinna regresó pronto a casa y durmió durante largas horas seguidas. Cuando despertó se dio cuenta de que esta vez, en sus sueños, había muerto en el acantilado; esa era la señal que había estado esperando durante años, sus presentimientos no eran erróneos. Al amanecer, mientras aún quedaban vestigios de la noche, se redirigió a la playa y observó desde abajo el declive, intentando imaginar la “despedida”. 
        A pesar de que ya tenía todo muy bien organizado, pasaron muchos días en los que Darkinna dudaba sobre lo que iba a hacer; últimamente habían estado sucediendo cosas nuevas, cosas que ella nunca había sentido, días calurosos y noches sin insomnio, pero no extrañaba a la lluvia… 
        El día que por fin decidió saltar al vacío, Darkinna dejó tras de sí muchas cosas, dejó su vida, dejó la lluvia, la noche y la melancolía, Darkinna creyó haber encontrado su verdadero camino, pero ahora el viento la arrastraba en sentido contrario desde el que se precipitó, aun así, la gravedad fue más fuerte… 
        No obstante, antes de saltar, en el momento justo en que hubiese sido imposible volver atrás, Darkinna cayó en la cuenta de su error, pues atrás quedaron los ojos oscuros, que lloraban manteniendo una pulsera, así, sólo se oyó: Te quiero, Darkinna. 
        Era ahí donde terminaba su vida, y donde hubiese comenzado su destino, Ojos oscuros debía haber llegado unos minutos antes, y entonces Darkinna seguiría viva.

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