NinaRi recortaba pececillos de papel en
su habitación cuando entre el celofán y los folios de colores encontró
papel de plata, pensó que el plateado daría un toque vivo a los
pececitos para su fiesta de cumpleaños, que coincidía con la fiesta de
“el pescado de abril”. A NinaRi le encantaba decorar sus cumpleaños con
pececitos de colores, así el festejo era más divertido y todos se hacían
bromas.
Cogió las tijeras e intentó cortar el
papel de plata. Se le daba bien cortar, no era como los otros niños de
su clase, que dejaban los bordes comidos y desiguales pero aquel papel
no cedía a la cuchilla de las tijeras. Le dio la vuelta: Una niña de alma apasionada liberará una tierra mermada. Las palabras brillaban muy juntas en el papel, con una caligrafía alargada que se retorcía en los extremos. “¡Será una broma!” pensó ella.
Escuchó un silbido dentro de su cabeza, que la llamaba entre soplidos “ven niña, niña del ArcoIris, ven y vuela conmigo, vuela“.
Detrás, el espejito de su cómoda comenzó a brillar. Se acercó con la
curiosidad imprudente y osada de los niños. Si aquello era una broma,
era la mejor broma que había visto jamás.
Cogió el espejito pero no vio su reflejo,
sólo vio un arcoiris que se marchitaba. De pronto todo fue oscuridad,
escuchó un sonido tan fuerte que se acurrucó y cerró los ojos. Cuando
volvió a abrirlos pudo ver de nuevo como el arcoiris permanecía en el
cielo mientras sus colores se derramaban como se derrama el agua de un
vaso.
Enfrente una lechuza la miraba con ojos enormes y amarillos: “Por fin has venido, niña de los mil colores. Te llamas NinaRi ¿verdad? Ahora lo sé, lo sé porque estás aquí.”
“Y ¿dónde estoy?” se preguntó NinaRi, pero no se atrevió a decirlo, persona o animal, aquella lechuza era un desconocido. “Estás en Inversa, pequeña NinaRi, te he traído para que me ayudes.”
El ave hablaba, aunque no pronunciaba
ningún sonido pero ella lo escuchaba en su cabeza. Pluma le explicó que
Inversa era un mundo mágico, donde los colores tenían gran importancia,
más incluso que respirar o comer. Pero uno de los colores quería
resaltar sobre los demás, el rojo, o mejor dicho La Roja. Roja quería
que toda Inversa fuese de su color y para ello empezó a esconder los
colores debajo del cielo.
Pluma le indicó que sólo una criatura como ella, de todos los colores, podía sacar los demás colores y repartirlos.“Pero
están debajo del cielo, no sé cómo llegar allí, ni siquiera puedo
llegar a alcanzarlo”. “Piensa en números NinaRi, si juegas con los
números, los colores también querrán venir a jugar” contestó el ave.
En su colegio pintaba números en el suelo
y jugaba a la rayuela con sus amigas pero necesitaba tizas de colores.
De repente una suave brisa rozó su hombro, y flotando apareció una caja
de tizas blancas. El viento de la necesidad siempre llevaba las cosas a
donde eran necesarias. Así que pintó una gran rayuela en el suelo y
NinaRi comenzó a jugar mientras Pluma silbaba una cancioncilla “tengo unas tijeritas que se abren y se cierran. Yo toco cielo, yo toco tierra…”.
Poco a poco, la tiza blanca del
suelo comenzó a cambiar de color, después del blanco vino el azul,
después el amarillo, el naranja y el violeta, y finalmente el verde. La
rayuela entera era de todos los colores del arcoiris y en las zonas
donde se unían aparecieron colores nuevos.
Ya tenía los colores con ella pero ¿cómo
repartirlos? Todo en aquel mundo le pareció muy divertido, así que se le
ocurrió que lo mejor sería seguir jugando. Llevaba un vestido blanco
con un cinturoncito rojo, a juego con la boina que esa mañana le había
regalado su madre. Su madre… “¿se enfadará mamá si…? ¡No! No porque no lo mancharé ¡son colores!”.
NinaRi tenía una idea, una fantástica idea: se llevaría los colores en
su vestido. Al arcoiris sólo le faltaba un color, el rojo, y en su
vestido faltaban todos los demás.
Enseguida su vestido se volvió multicolor y Pluma alzó el vuelo: “sígueme amiga roja, amiga de mil colores”. NinaRi
comenzó a correr y cuando estuvo cansada apareció a su lado un caballo
color berenjena, y la tomó en su lomo y cabalgó tan rápido que el tiempo
se detuvo. Pero mientras corría, los colores se fueron esparciendo y
poco a poco desaparecieron de su vestido hasta que fue blanco de nuevo. A
su alrededor todo había recobrado sus colores: el cielo era celeste, el
césped verde, el sol amarillo y naranja, las nubes blancas, rosadas, el
gamo pardo, las flores de cientos de colores y lo que no había pérdido
sus colores ahora brillaba con más fuerza.
“Ven niña, ven rápido” Pluma la
esperaba bajo un manzano y le explicó que para acabar con la bruja roja
tendría que masticar algo rojo, una manzana por ejemplo. Apareció a su
lado el Lago Espejo, el que todo lo muestra pero no vio su reflejo. En
su lugar había una muchacha, mayor que ella, con un vestido rojo y una
boina roja, y una manzana en su mano. NinaRi la observó “es la Bruja Roja ¡muerde la manzana, date prisa!”
ululó Pluma en su mente. NinaRi la mordió y el reflejo hizo lo mismo.
Tragó y la acidez le raspó la garganta pero siguió mordiendo hasta que
el reflejo desapareció del todo.
Había vencido, había devuelto los colores
a Inversa y había acabado con la Bruja Roja. Después Clandestino le
mostró su extraño país y conoció al Rey Blanco. Conoció a muchas
fantásticas criaturas y antes de que terminara el día, NinaRi se cansó y
durmió.
“Despierta mi pequeña NinaRi ¡hoy es tu cumpleaños!” mamá
le traía el desayuno a la cama, como en todos sus cumpleaños: zumo
natural, croissant, baghette con mermelada… y una boina roja envuelta en
papel de regalo.