martes, 27 de noviembre de 2012

Lobo y Yo



Ágil como el viento atravesaba la espesura, saltando con piernas fuertes entre las escarpadas laderas, y a su lado tenía siempre a Lomo Gris, el lobo solitario. Juntos eran incansables, recorrían cada día los rincones del bosque de secuoyas buscando la joya perdida, el zafiro de Emmargor.
        Su misión era encontrar la gema para devolver al espíritu su forma corpórea y así, gobernar las aguas desde la tierra. Pero la gran guerra comenzaba a extenderse más allá de la llanura nevada, donde vivían los adoradores de la naturaleza. A esta tribu pertenecía AguaMarina, la mejor exploradora de la tribu de los Zaitsaced.
        Cuando nació en una noche estrellada bajo la mirada de Praengh el protector, cuya alma descansa en la luna, los sabios sabían que su destino sería ser exploradora y dedicar su vida a la búsqueda del zafiro perdido.
        AguaMarina cumplía ese otoño dieciocho años y Lomo Gris comenzaba a envejecer. Siempre había habido una exploradora del zafiro pero ahora era primordial encontrarlo, pues diferentes soldados de los pueblos lejanos habían llegado al poblado pidiendo ayuda, todos ansiaban la piedra para ganar la batalla. Era una gema poderosa, quien la poseyera gobernaría las aguas.
        Una tarde, recorriendo el sendero de un río, Lomo Gris comenzó a ladrar ciegamente y sin esperar a su compañera saltó al otro lado. Bajó la inclinada ladera empedrada, AguaMarina lo seguía con su mirada de halcón y pronto le dio alcance. Atravesaron la maleza, repleta de zarzas y hojarasca, formando heridas en su piel.
        Escondido tras un entramado cañaveral descubrieron un enorme lago de aguas oscuras. En el líquido elemento brillaba la luna de su nacimiento, enorme y hermosa plata, y AguaMarina comprendió, recordando la vieja leyenda, que debía encontrar el zafiro y devolver la vida a los amantes. El océano y la luna se extrañaban.
        Sintió algo en su interior que la provocó a zambullirse, buscando aquella gema, buscando el corazón azul de la deidad marina. Revolvía el fondo con ansiedad mientras se quedaba sin aliento. Lomo Gris aullaba pidiendo a la luna más luz, complaciéndole brilló como si de día fuera. AguaMarina pudo terminar su misión y arrastrándose hasta la orilla gritó, con el pedrusco en el puño:
        - ¡Luna de argento! Te devuelvo a tu amante, disuelta en su sangre de lluvia te doy su corazón, que ahora sea ella quien te libere de la piedra que te encierra.
        Y sin aire ni aliento ambos, lobo y muchacha, murieron. En gratitud, Emmargor le dio al lago el reflejo de los ojos de AguaMarina y desde entonces fue conocido como “El lago espejo”, mostrando a aquel que lograra encontrarlo la verdad dentro de su corazón con dudas. Y junto a él una enorme roca con forma de lobo aúlla a la luna, y su sombra espanta a todo aquel que sea impuro.
        Las historias cuentan que en esa misma noche, muy lejos de allí, en las tierras del conflicto bélico, una forma humana apareció en los acantilados y una enorme ola limpió la tierra de todo el mal que la azotaba.

lunes, 26 de noviembre de 2012

La historia oscura de Darkinna


Darkinna se despertó esa noche como una noche cualquiera, ella ya estaba acostumbrada a despertar a tardes horas debido a una muerte prematura en sus pesadillas. Afuera llovía, y eso no era algo que le desagradase, al contrario, la lluvia le hacía sentir viva. 
       Hacía tiempo que Darkinna no podía dormir una noche entera, unos años atrás había muerto toda su familia sin que ella pudiese recordar cómo, sólo recuerda haber despertado una vez en un centro de acogida de menores, donde año tras año vivió sin conocer su futuro ni recordar su pasado, lo que le hacía sentir un poco desamparada. El caso era que después de salir de aquel cuchitril infestado de ratas, Darkinna se limitó a ganarse la vida en tugurios de mala muerte por los que no estaba demasiado orgullosa. 
        Cubriéndose frágilmente la cara para así protegerse contra la lluvia, cogió su paraguas y salió a la calle. El viento la empujaba en dirección contraria, ella siempre creyó que se debía a que la vida la intentaba arrastrar de vuelta al camino correcto, pero una y otra vez se negaba. Caminaba colina arriba todas las noches hasta llegar al acantilado. Muchas veces le asaltó una pregunta: ¿Debía saltar? 
        Al día siguiente, un poco somnolienta debido a la falta de sueño, Darkinna se acercó al mercado, de vez en cuando encontraba algo que poder añadir a su colección: la figura de un gato, libros de brujería, incienso… De este modo, se acercó a un puesto que vendía ropa y otros complementos, en un primer momento ella no se dio cuenta, pero unos ojos oscuros la contemplaban mientras ella miraba desinteresada unas pulseras. Finalmente, cuando se disponía a volver a casa escuchó a alguien que la llamaba, se volvió y eran esos ojos oscuros, es decir, la persona a quien pertenecían “¡Eh! Espera, se te olvida esto.” Decía mientras extendía la mano, ofreciéndole una pulsera de abalorios; Darkinna sabía que no se le olvidaba nada, pero comprendió que por primera vez en su vida le estaban dando un regalo. Así que tímidamente sonrió, cogió la pulsera y se volvió. 
        Esa noche, mientras estaba en el acantilado observando cómo las olas golpeaban furiosamente contra las rocas, se dio cuenta de que aquella pulsera no era algo dentro de lo común: contenía un corazón roto, una gota de sangre, una esfera de lluvia, un par de rosas negras y unos cascabeles que la hacían sonar de un modo muy divertido. Esa noche, Darkinna regresó pronto a casa y durmió durante largas horas seguidas. Cuando despertó se dio cuenta de que esta vez, en sus sueños, había muerto en el acantilado; esa era la señal que había estado esperando durante años, sus presentimientos no eran erróneos. Al amanecer, mientras aún quedaban vestigios de la noche, se redirigió a la playa y observó desde abajo el declive, intentando imaginar la “despedida”. 
        A pesar de que ya tenía todo muy bien organizado, pasaron muchos días en los que Darkinna dudaba sobre lo que iba a hacer; últimamente habían estado sucediendo cosas nuevas, cosas que ella nunca había sentido, días calurosos y noches sin insomnio, pero no extrañaba a la lluvia… 
        El día que por fin decidió saltar al vacío, Darkinna dejó tras de sí muchas cosas, dejó su vida, dejó la lluvia, la noche y la melancolía, Darkinna creyó haber encontrado su verdadero camino, pero ahora el viento la arrastraba en sentido contrario desde el que se precipitó, aun así, la gravedad fue más fuerte… 
        No obstante, antes de saltar, en el momento justo en que hubiese sido imposible volver atrás, Darkinna cayó en la cuenta de su error, pues atrás quedaron los ojos oscuros, que lloraban manteniendo una pulsera, así, sólo se oyó: Te quiero, Darkinna. 
        Era ahí donde terminaba su vida, y donde hubiese comenzado su destino, Ojos oscuros debía haber llegado unos minutos antes, y entonces Darkinna seguiría viva.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Ninfas del Mar


“Nuestra madre nos manda desde el fondo del amplio océano, su corazón,
para que concibamos a los hijos del Protector.
Si así vuestro deseo es, que así sea el nuestro también”.

Y sus voces sonaron tan dúctiles y apacibles que las tortugas marinas salieron del mar para admirarlas, y las aves callaron sus cantos para oírlas, y un lobo se asomó al acantilado para entonar su llanto.